Llevábamos una hora esperando sentados, apretados y seriamente deshidratados por el calor asfixiante a que la camioneta se acabara de llenar. Era obvio que no cabía ni un alfiler pero los tres birmanos seguían en cuclillas mascando su nuez de areca y escupiendo grandes esputos rojos, decididos a no partir hasta que llegara más gente. Entonces tres extranjeros dijeron que ya tenían bastante y decidieron emprender la marcha a pie. Genial! más tiempo de espera. Finalmente llegó otro grupo que acabó de llenar la camioneta, cosa que hizo que la gente de la última fila tuviese que ir prácticamente de pie, Kenneth incluido. Lo que vino después fueron 45 minutos de locura, agarrándonos a donde podíamos, chocando unos con otros, se sucedían las subidas y bajadas a toda velocidad por las curvas que ascendían hasta el punto en que el tráfico esta prohibido. A partir de ahi, 45 minutos más de una subida agotadora a pie que acabaron por exprimir las últimas gotas de agua que quedaban en nuestros cuerpos y ahora sí, al fin, alcanzamos a ver la roca dorada.
Gigantesca e imponente, aguantándose en un equilibrio imposible al filo de un precipicio, recubierta por el pan de oro que los peregrinos han ido pegando minuciosamente año tras año y coronada por una pequeña estupa, no hay truco ni cartón, es un pelo del mismísimo Buda el que impide que la enorme masa dorada se despeñe.
No se trata solo de la roca en si, se ha ido desarrollando todo un centro de peregrinación a su alrededor, con zonas de oración y salas donde los peregrinos pueden comer y pernoctar, también han ido cubriendose de oro otras rocas más pequeñas por los alrededores y surgiendo pequeñas estupas aqui y allá. Todo y la entrada de rigor que cobran a todo extranjero que se deje ver y a pesar de los hoteles que hay diseminados por la cima, el lugar está lejos de ser una mera atracción turística y sigue siendo un lugar sagrado para los birmanos, en el que se respira una atmósfera de recogimiento y veneración.
Al descender con el último autobús, acompañados por el atardecer, dejábamos atrás las plegarías y las campanillas resonando en el aire, el sol era del rojo más intenso que jamás hayamos visto y lo teñía todo de una luz cálida y acogedora, olvidamos el cansancio y el traqueteo, era el marco perfecto para los sueños cumplidos.
Y son muchos los sueños que han ido cumpliéndose a lo largo de este viaje, pero aún mejores han sido los momentos y lugares que uno no ha planeado, los que uno encuentra por el camino sin esperarlos, historias y personajes fascinantes, lugares que te sorprenden y te dejan sin aliento, la mayoría son fugaces, quizás no espectaculares, muchas veces no tienes ocasión de fotografiarlos pero allí están y aunque son demasiados como para explicarlos todos aquí, algunos incluso perderían interés al transformarlos en palabras, podríamos hablar de el viaje en autobús a Shwenyaung cuando a las 5 de la mañana, al correr las cortinas de la ventanilla descubrimos el amanecer más sobrecogedor que se pueda imaginar, o el viaje en coche de caballos durante la madrugada a través del campo, con la única luz de las estrellas como compañía y las negras siluetas de los mil templos de Bagan a nuestro alrededor, o quizás de la viejecita de Indein que nos pidió si por favor le podíamos hacer una foto para verse en la pantalla, o el precioso atardecer que nos sorprendió mientras hablábamos con dos amigos monjes en Mandalay.
Atardecer desde la colina de Mandalay.
Aquí os dejamos algunos retazos de este viaje por Myanmar, Bagan no lo encontraréis aquí, Bagan sin duda merece una entrada a parte y la encontraréis mañana.
Monasterio Kha Khat Wain Kyaung.
Una pitón de 115 años reencarnación de un monje de la zona. Bago.
Anciana de la étnia karen.
Monasterio cerca de Nyuanshwe.
Mujer rezando en el monasterio de los gatos amaestrados del lago inle.
El lago Inle es una parada ineludible de cualquier viaje al país. No se trata solamente de un gran lago de aguas cristalinas, es un lugar fascinante y lleno de vida. Existen pueblos enteros construidos sobre las aguas, donde las mujeres se lavan al pie de sus casa, donde se utilizan tallos de flor de loto para tejer ropas y donde los campesinos cultivan sus productos en grandes jardines flotantes mientras los pescadores surcan las aguas con sus largas canoas remando con un pie mientras agarran las redes con las manos. Pero a parte de la pesca y los cultivos, la zona vive principalmente de la artesanía y el turismo, hay familias enteras trabajando en la fabricación de cigarrillos artesanales, plata, joyería, telas, lacas, papel, sombrillas, etc.
En el lago y sus cercanías también se encuentran algunos templos y monasterios importantes, así como las ruinas de Indein de más de 1400 años de antigüedad con sus cientos de estupas semiderruidas esparcidas entre la maleza.
Mandalay fue la capital entre 1857 y 1883 es una ciudad que en principio tiene poco que ofrecer a simple vista con sus edificios sobrios y modernos de estilo chino. Pero cuando uno se adentra en la zona antigua, en los alrededores de la Eindawya Paya, descubre otra cara de la ciudad, impregnada de los olores del mercado, las cebollas, la naranjas, el pescado seco, la carne envuelta en moscas, el suelo repleto de barro y escupitajos rojos, los perros callejeros peleando por restos de comida, las motos y carros invadiendo los pocos espacios libres que dejan los cientos de personas que deambulan con sus cestas en la cabeza y a todas horas los cánticos budistas a través de los altavoces. La estampa quizás no suene muy apetecible pero acabamos cogiéndole un cariño especial a la ciudad. También hay que mencionar que tuvimos que permanecer casi dos días sin salir del hotel debido a la salsa de unos chapatis y que las subidas y bajadas de tensión quemaron el cargador del ordenador.
Pero Mandalay tiene muchos puntos de interés, desde el Mahamuni Buda, que es el Buda más venerado de Myanmar, el Mandalay Hill o el Kuthodaw Paya donde permanecen las 729 losas de mármol en que esta escrito el tripitaka (escrituras budista), con una estupa para cada losa.
Pero lo mejor se encuentra en las afueras: Amarapura, Inwa, Sagaing y Mingun, antiguas ciudades repletas de templos, monasterios y ruinas que fueron sucediéndose como capitales del país durante su época de esplendor.
El puente de teca más largo del mundo en Amarapura.
Inwa.
El monte Popa era antiguamente y aún sigue siendo el lugar de culto más importante a los Nat, los seres sobrenaturales de la religión animista que existía en Myanmar antes de la llegada del Budismo. Si bien los santuarios de su cima no son tan impresionantes como los de otras zonas, su situación es insólita, una escarpada y solitaria montaña rodeada por una serpenteante escalera que se alza solemne en medio de una gran planicie, como si del monte Olimpo se tratase, las vistas desde la cima son impresionantes, tan solo perturbadas por las peleas y juegos de la numerosa comunidad de monos que viven salvajes por la zona.
Hola Marta¡¡¡¡ Soy Estefania, le pregunto a menudo a tu madre por vosotros, es fantástico lo que estais haciendo, os envidio!!!. Disfrutarlo mucho, porque cada segundo que pasa no se volvera a repetir, tenerlo presente, aunque es evidente que lo estais viviendo a tope. Me alegro de corazón. Un abrazo fuerte y muchos animos desde aqui.
ResponderEliminarQUÉ MARAVILLA!!!! Qué fotos más increibles!! Preciosa la descripción del viaje, me hacéis sentir parte de vuestras vivencias....no viajáis solos todos estamos con vosotros gracias al bloq...
ResponderEliminarMuchos besos
Tania
Hola Kenny y Marta, qué fotos más bonitas y qué bien sabeis describir todo lo que veis a vuestro alrededor. Cada dia miro si hay algo vuestro en el pc.Ojalá pudiera estar un poco con vosotros.
ResponderEliminarMe alegro que podais hacer este viaje.
Un abrazo,
Carla Geertman.
ESTEFANIA: Que ilusión que nos hayas escrito!!! No sabía si conocías el blog o no, pero ya veo que mi madre hace buena publicidad!! Jajaja!!! La verdad es que esta siendo una experiencia maravillosa y no nos arrepentimos ni un segundo de haber tomado la decisión de hacer este viaje. Espero que nos veamos a la vuelta!!! Besos!!!!
ResponderEliminarTANIA: Gracias!!! La verdad es que el Kenny tiene todo el mérito, yo solo lo ayudo un poquito... Muchos besos!!!!!
CARLA: Muchas gracias!! Nos alegra mucho que nos sigas desde tan lejos y que disfrutes con nuestro viaje. Un abrazo!