La leyenda cuenta que los hermanos gemelos Rómulo y Remo, hijos de Rea Silvia y el Dios Marte, fueron abandonados a su suerte en una cesta en el río Tíber para protegerlos de la ira de su tío abuelo, pero una loba los rescató y les salvó la vida amamantándolos. Más tarde, allá por el siglo VIII a.C. fundarían una ciudad en el emplazamiento en que la loba los rescató, pero tras una discusión, Rómulo mató a Remo y quedó como el primer rey de la ciudad.
Roma, una ciudad embriagadora que ha sido moldeada a través de los siglos, desde los primeros asentamientos nómadas, hasta convertirse en la capital del glorioso imperio romano, para ser más tarde saqueda, ser elegida como la sede del papado, convertirse en centro artístico del Renacimiento y Barroco, ser impulsadora del fascismo de Mussolini o servir de escenario para la Dolce Vita. Su presente es incierto y salpicado por los escándalos, la corrupción y la crisis económica, pero con más de dos mil años de historia en sus cimientos, es innegable su influencia en Europa y el resto del mundo, siendo reconocida como una de las cunas de la civilización occidental, Roma, es una ciudad con un carácter y un encanto atemporal que siguen cautivando a todo aquel que la visita.
A través de la ventanilla del avión tan solo veíamos nubes y más nubes, un presagio del mal tiempo que nos iba acompañar en nuestra estancia en la capital italiana. Pero eso no fue suficiente para mermar nuestro ánimo. Y es que hay muchas cosas que ver en Roma, demasiadas en realidad ¡se dice que con una vida no basta!
Pero quizás toda visita debería empezar por la ciudad del Vaticano, con la impresionante Basílica de San Pedro y los museos vaticanos, repletos de tesoros de incalculable valor entre los que destaca la impresionante Capilla Sixtina de Miguel Ángel.
A pocos pasos del vaticano se encuentra el espléndido castillo de Sant'Angelo que data de la época romana y que más tarde fue coronado con una escultura del arcángel Miguel empuñando su espada.
De visita obligada son también los vestigios del Foro y el monte Palatino, repleto de ruinas del antiguo centro urbano del imperio romano: residencias de lujo, la vía sacra, templos, mercados y por supuesto, el Coliseo.
Un imponente anfiteatro construido durante el s. I, con capacidad para 50.000 espectadores y en el que se celebraban todo tipo de espectáculos, desde caza de animales, ejecuciones, obras de teatro y cómo no, sanguinarias lucha de gladiadores. El Coliseo, debido a su importancia histórica y a su imponente estructura se ha convertido en uno de los símbolos más recurrentes del antiguo imperio romano y su imagen es conocida en el mundo entero. Además forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO y es una de las recientemente nombradas 7 maravillas de la modernidad.
Nosotros no teníamos planeado visitarlo por dentro, pero con la entrada combinada del Palatino y el foro romano estaba incluido el Coliseo y como debido a la lluvia no había cola, decidimos entrar y la verdad es que valió la pena. Desde dentro uno puede hacerse una idea de cómo debió ser en su momento, con las fieras y los gladiadores luchando en la arena, las ochenta filas de gradas repletas de espectadores y con la cubierta de tela desplegada para protegerlos del sol.
Pero hay que decir que todo y ser menos impactante, nos gustó mucho más el Panteón, el templo dedicado a todos los dioses. Uno de los monumentos romanos mejor conservados y uno de los más bellos, con sus perfectas proporciones y su gran cúpula con el orificio central abierto al cielo, por el que pudimos ver cómo se filtraba la lluvia hasta el interior.
Para disfrutar de Roma lo mejor es pasear y dejarse llevar sin rumbo para descubrir de repente alguna de sus preciosas plazas o fuentes, como la Plaza de España, la Piazza Navona, la Fontana di trevi, la Piazza del Popolo, la fuente del tritón en la plaza Barberini y muchas otras. Hay que perderse por sus laberínticas calles, sus estrechos callejones de suelos adoquinados, sus elegantes edificios de otra época con paredes de ocres y rojos desgastados entre los que se esconden lujosos palacios y pequeñas vírgenes y santos con velas y flores en sus altares.
No en balde se dice que Roma es una gran museo al aire libre, y es que lo increíble y bello de esta ciudad es que esta llena de obras de arte de primer nivel. Mientras que en cualquier otra ciudad del mundo las obras de arte que encuentras en una plaza suelen ser esculturas de bronce del siglo XX o como mucho de algún artista poco conocido del siglo XIX, en Roma encuentras obras de arte en plena calle que serían piezas centrales de cualquier museo, como esculturas de mármol de Bernini o cuadros de Caravaggio en iglesias, y es esa forma de entender el arte, pudiéndolo apreciar en su emplazamiento original e integrado en la vida lo que les da un valor intemporal y hace de Roma una ciudad tan fascinante.
Y no hay nada mejor para reponerse de tanta visita cultural como ir a una trattoria a comer una deliciosa pizza de masa fina, un buen plato de pasta o pararse a tomar un delicioso capuccino, y para seguir paseando, por supuesto, nada mejor que ir acompañado de un bueno gelato italiano.
El tiempo ciertamente no acompañó, hizo frío y llovió todos los días, cosa que deslució un poco nuestra estancia, pero aún así Roma es una ciudad con un carácter único y con muchos lugares que vale la pena visitar, si vais alguna vez, no lo dudéis, dirigíos a la Fontana di Trevi y tirad una moneda para garantizaros la vuelta ¡siempre os quedarán más cosas por ver!
Próxima parada: la joya del Renacimiento.
Que bien, cuanto tiempo!!!!!!!! Ya se echaban de menos estas entradas!!!!!!!!
ResponderEliminarBesitos.