10.18.2013

Oporto

Porto
Portugal llevaba tiempo en mi lista de destinos pendientes, pero reconozco que sabía más bien poco de sus reclamos turísticos. Imagino que debido a que siempre he vivido en el otro extremo de la península en el que Francia e Italia pueden ser referentes más directos, pero siempre había tenido la sensación de que Portugal era nuestro vecino desconocido, el gran olvidado de Europa.
Porto
Así que cuando mis planes de viajar a Asia este verano se acabaron torcieron fueron esas ganas de acabar con el desconocimiento las que me motivaron viajar a tierras lusas.

Mi primera parada fue Porto, la capital del norte, de la que había llegado a escuchar que era la ciudad más bonita de Europa, pero más allá del nombre y el vino poco más sabía de ella.
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Al pisar la calle me di cuenta de que todo era distinto, es una sensación difícil de describir pero los edificios, la gente, los bares, las plazas, todo tenía un aire antiguo, un ambiente más sosegado y pintoresco que parecía estancado en el pasado. No tardé mucho en sucumbir al hechizo de esta preciosa ciudad de calles empedradas, edificios señoriales y estrechos y laberínticos callejones que desembocan en el deslumbrante río Duero.
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Oporto y especialmente la zona de la Ribeira es uno de esos lugares cargados de encanto y melancolía a partes iguales, a camino entre la opulencia de aquellos tiempos dorados en que la ciudad era el puerto comercial más importante de Europa, y la actual decadencia con muchos edificios ruinosos y abandonados, es el valor de una belleza añeja, en definitiva el tipo de sitios que me atraen y en los que disfruto como un niño vagando por sus calles haciendo fotos y buscando rincones escondidos.
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Pero a pie de calle uno no imagina lo que supone esta ciudad, es al observarla desde lo alto cuando se aprecia todo su esplendor, como un desordenado tapiz de tejados naranjas  interrumpido por el serpenteante Duero y del que sobresalen únicamente las torres y campanarios de iglesias y catedrales.
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Pero lo que más me impresionó fue la primera vez que vi el enorme Ponte Dom Luís. Una monumental obra de ingeniería del s.XIX que cruza el río a dos niveles realizado por la compañía Eiffel, a la que daba nombre Gustave Effiel el mismo que diseñó la Torre Eiffel de París o la estructura de la Estatua de la Libertad de Nueva york.

De día, de noche, desde una orilla, desde la otra, cruzándolo por debajo, por encima, vista aerea desde lo alto de la colina... uno nunca se cansa de ver este sorprendente puente metálico que ya desde su construcción se convirtió en uno de los emblemas de la ciudad.
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Hay muchas cosas que visitar en la ciudad: la torre dos clérigos, la Catedral de la Sé, la casa de la música o la preciosa librería Lello e Irmao con su singular escalera (en la que está prohibido hacer fotos). Aunque posiblemente lo más típico sea visitar una de las bodegas de vinos que curiosamente se situán al otro lado del río en la ciudad vecina de Vila Nova de Gaia, pero más allá de las degustaciones y el proceso de producción del vino de Oporto, lo mejor son las vistas que tienen de la Ribeira, especialmente recomentable la terraza de Taylor's.
Porto
Decir que es la ciudad más bonita del continente quizás sea demasiado considerando a Paris, Venecia, Roma, Estambul, Munich,... son grandes rivales pero desde luego Oporto es una de las más bonitas y románticas, además a diferencia del resto, es una ciudad bastante asequible y es por eso que me sorprende que aún no sea uno de los principales destinos turísticos europeos.
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Teniéndola tan cerca realmente no hay excusa posible para no escaparse un puente o incluso un fin de semana para visitar esta joya. 

Si tuviese que recomendar un único lugar al que viajar de Portugal, sin duda sería Oporto.
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