Después de un vuelo algo accidentado con retrasos y algunas turbulencias ya vuelvo a estar en Bangkok.
En el mismo momento en que pisé la calle me vino un olor muy peculiar, el olor de Bangkok, una mezcla de cítricos de los zumos de lima y naranja que exprimen en la calle, mezclado con pescado a la parrilla, curris, guindillas picantes, pinchos de pollo a la barbacoa, arroz cocido, banana y mil especias más. Es un olor muy fuerte e indescriptible que de repente propició una oleada de recuerdos que creía haber olvidado, fue una sensación muy extraña, como verme inmerso de nuevo en el viaje que dejamos un año y medio atrás, como si en un segundo me hubiese transportado al mismo instante en que abandonábamos la ciudad.
La verdad es que Bangkok me encanta, es una ciudad única, con mucha energía y movimiento, en la que están pasando cosas constantemente y donde las calles están llenas de vida. Tengo que reconocer que tenía mis dudas sobre venir aquí, pero lo estoy pasando muy bien, haciendo muchísimas fotos, y sobretodo cargando las pilas.