Como os contaba anteriormente, me puse enfermo y pasé más días de la cuenta en Isfahán retrasando así todo mi itinerario y haciendo imposible cumplir los planes que tenía para celebrar mi cumpleaños en el desierto de Lut.
Así que allí me encontraba yo aquel día, cruzando el inhóspito paisaje del interior de Irán en en el asiento trasero de un coche de camino a un templo mazdeísta, junto a dos chicos holandeses amantes de las aves que armados con prismáticos iban marcando en una app del teléfono todas las especies de pájaros que veían a través de la ventanilla.