Llevaba tiempo con la idea de viajar a Taiwán, es un lugar que quizás no llama la atención para unas vacaciones y para quien viaje a Asia por primera vez seguramente tenga más sentido visitar China, Tailandia o Japón donde hay mucho más que ver, pero una vez ya los conoces, es un placer permitirse descubrir destinos de segundo orden, menos turísticos pero igualmente interesantes. Es algo que ya me pasó con Corea, que vive un poco a la sombra de sus vecinos pero es un país con una cultura única y en el que viví muy buenas experiencias.
Pues bien, como decía quería ir a Taiwán pero es difícil encontrar una época con buen clima y debido al desconocimiento tampoco me veía pasando varias semanas en esta isla de un tamaño parecido a Cataluña. Por otra parte el otro destino que tenía pendiente era Filipinas pero con las malas conexiones aéreas con Barcelona acabé decidiéndo ir primero a Taipei y desde allí coger un vuelo ida y vuelta a Manila, no solo vería dos países sino que además haría el trayecto a Filipinas de forma escalonada y sorprendentemente el precio acababa siendo el mismo.
Así que una tarde envuelta en brumas y bajo un cielo gris aterricé en Taipei, no conocía a nadie allí y tampoco sabía muy bien donde ir ni qué ver. Temía encontrarme con un lugar anodino y gris, pero sentado en el autobús que me llevaba al centro veía pasar un paisaje que me recordaba a China, especialmente al sur, pero mucho más verde. Sin duda la extrema humedad, las lluvias y los tifones que azotan a la isla prácticamente todo el año proporcionan una vegetación exuberante, Taipei parece estar invadido por la naturaleza, una selva tropical se extiende por las montañas de los alrededores, mientras que la ciudad está llena de árboles, parques, edificios cubiertos de enredaderas y macetas con plantas que asoman de la mayoría de balcones, parece que en cada pequeña grieta de cemento brota la hierba y la naturaleza se abre paso. Por eso los edificios están cubiertos por pequeñas piezas de cerámica que los protegen de la humedad, muchas ennegrecidas y con las marcas del agua recorriendo las fachadas, que sumado a los carteles con caracteres chinos y las señales de neón crean una atmósfera muy distinta a cualquier ciudad occidental, y a mi eso me encanta.
Como Hong Kong o algunas partes de Tokyo, Taipei es una de esas ciudades que encarnan a la perfección la estética "Blade Runner" o "ciberpunk", me refiero a esa imagen de ciudad ultra moderna vista desde los 80, con rascacielos junto a edificios destartalados, callejones oscuros con pequeños puestos de fideos humeantes, una maraña de cables colgando sobre calles abarrotadas, lluvia, humedad pegajosa, grandes paneles publicitarios y luces multicolores. Pero a pesar de que hay rincones decadentes y lóbregos, no se tiene en absoluto una sensación de inseguridad, al contrario se percibe que son zonas llenas de vida y gente ocupada en su día a día y es que Taipei es de las ciudades más seguras del mundo con unos niveles de criminalidad muy bajos.
Pero regresemos de nuevo al autobús desde el que veía como los paisajes se sucedían a través de la ventanilla, primero interminables autopistas de varios niveles cruzando campos y montañas que pronto dieron paso a las primeras edificaciones más humildes de las afueras y tras cruzar el río ya en en el centro, puede observar el caos de edificios desordenados, de diferentes tamaños, formas y colores, muchos repletos de carteles de arriba a abajo, mientras a pie de calle un torrente de gente iba de un lado para otro sorteando motos y coches, aquella simple visión me emocionó, nunca había estado allí pero era una atmósfera familiar, estaba de nuevo en Asia y no pude evitar sonreír y es que hasta ese momento no me había dado cuenta de que ya había pasado un año y medio desde la última vez.*
Probablemente mi primera impresión estuviera algo distorsionada y ni de lejos fuera tan excitante, la verdad es que Taipei tiene un ambiente muy tranquilo y gente muy civilizada, pero es cierto que una de las cosas que más me sorprendió es que es una ciudad rebosante de vida, no solo por que haya mucha gente, sino que parece que se aprovecha hasta el último espacio libre, si hay un hueco en la acera aparece un grupo de abuelos para vender frutas y verduras, te asomas al callejón de turno esperando que esté lleno de basura y te encuentras con un carrito con un par de fogones y unos cuantos comensales en sillas de plástico y lo mismo con todo, los edificios crecen aprovechando el espacio debajo de los puentes con fachadas sin un mínimo hueco vacío, un puzzle de ventanas con rejas, aparatos de aire acondicionado, cables colgantes, ropa tendida,...
Para poner un poco las cosas en perspectiva, si bien os decía que el tamaño de Taiwán es similar al de Catalunya, la población es de 23.4 millones de habitantes, es más, solo en el área metropolitana de Taipei hay más personas que en toda Catalunya junta, así que acostumbrado a Barcelona supongo que es normal que me llame la atención ver tanta gente. Planificación urbanística o contaminación visual sonaban a fantasías de otro mundo pero ¿pero sabéis que? curiosamente es un sitio muy agradable y muy humano, puede que por eso la posterior visita a Dubai me dejara la sensación de un lugar vacío y artificial, supongo que está en las antípodas de tipos de ciudad, pero eso ya es otra historia que explicaré en su momento.
Tanto el aspecto como el ritmo de la ciudad son muy parecidos a los de las ciudades chinas, pero hay pequeñas diferencias y es que visitar Taiwán es poder experimentar lo más parecido a una China sin comunismo, con democracia y respeto de los derechos humanos, es más en los últimos años los taiwaneses se están ganando fama de pasarse el día haciendo manifestaciones por todo, cosa que obviamente en la China continental no pasa. Todo está también más limpio, la gente es educada, se conduce mejor (aunque tampoco mucho) y en general se aprecia más la influencia de la cultura occidental, del sudeste asiático y sobretodo de Japón, no es solo por los restaurantes y muchas tiendas de artículos japoneses, es el ambiente más calmado y detalles como los cafés, la bollería, las tiendas tipo boutique, alguna arquitectura minimalista... También es normal encontrarse con conciertos, cosplay, mercadillos de artesanía y exposiciones de arte y creo que eso es lo que más me ha gustado, el ambiente joven y la cantidad de espacios remodelados y diseñados con mucho gusto, con un diseño muy cuidado y chic (a falta de un adjetivo más acertado), que consiguen dar encanto tanto a las zonas modernas como a las más decadentes. Algunos de mis lugares preferidos han sido Ximending que es como un pequeño Shibuya, la antigua bodega de vinos de 1914 reconvertida en el Huashan Creative park y el Taipei Expo Park.
Algo que hay que destacar de la capital de Taiwán es que es un lugar perfecto para ir en bici, fue una lástimas no tener la mía porque no solo la ciudad está llena de carriles bici sino que hay muchas rutas para ir por los alrededores con paisajes preciosos y sin tener que preocuparte por los coches.
Pero Taipei es famosos por dos cosas: la comida y las compras. ¿Os suena lo de 'made in Taiwan'? por desgracias con la actual devaluación del Euro no compré apenas nada porque todo salía bastante más caro que en Europa... por suerte, no pasó lo mismo con la comida y sí pude degustar un montón de especialidades taiwanesas como fideos, sopa de wontón, bubble tea, los mejores Xiao long Bao que he probado y un montón de cosas que no se ni siquiera el nombre.
Al margen de estas impresiones generales ¿qué hay que ver en Taipei? pues mucho, pero para no hacer este post interminable, tendréis que esperar a la próxima entrada, que vendrá acompañada de algunos datos prácticos para visitar la ciudad.
*Estuve en Irán que es continente asiático, pero oriente medio poco tiene que ver con el lejano oriente, que es la Asia que me era más familiar.
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