1.26.2015

Teherán

Tehran
Eran sobre las 5 de la mañana y aún no había amanecido. Cruzábamos una autopista desierta, desde el asiento trasero del taxi no veía más que edificios en la oscuridad, en algunos se distinguían murales con rostros y letras árabes indescifrables, definitivamente no se parecía a nada que hubiese visto antes. 

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Después de dormir poco más de tres horas, una ducha y comer algo, salí del hotel para pisar la calle por primera vez y a pesar de mis dudas, lo que encontré fue ni más ni menos  lo mismo que en cualquier otra ciudad, ambiente tranquilo y gente enfocada en su día a día. Eso sí las banderas negras, los carteles y las pintadas revolucionarias, los murales y fotos de mártires, los edificios del gobierno rodeados por soldados armados y la imagen omnipresente del Imán Khomeini fueron bastante chocantes en un primer momento. 
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Pero lo que más llamó mi atención fueron esas sombras moviendose entre la gente, eran las mujeres con el chador, una prenda de color negro que cubre desde la cabeza a los pies con una única abertura para la cara. Dejando de lado el tema de las mujeres que trataré más adelante, debo decir que desde el primer día hasta el último que pasé en Irán es algo que me impresionó mucho, esas túnicas negras ondeando al viento, deslizándose sigilosamente, tiene un punto exótico y a la vez solemne, me daban mucho respeto pero reconozco que cada vez que veía a una mujer con el chador me venía a la cabeza la sintonía de Darth Vader de la Guerra de las Galaxias.
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El primer día en Tehrán estuve un poco abrumado, no sabía como me trataría la gente, no sabía donde podía entrar, donde no, qué podía fotografía y a quién, principalmente me ponía nervioso estar rodeado de tantos edificios del gobierno y mi principal preocupación era no meterme en ningún lío. Pero todo fue bien y esa sensación duró poco. Además conocí por la calle a un profesor de inglés con el que pasé la tarde y otro día quedé de nuevo con el chico que había conocido en el avión, quien además de invitarme a comer un dizi delicioso en uno de los mejores restaurantes del país, me ayudó a ir a un par de sitios que quería ver e incluso me invitó a ver su casa en la zona pija de Tehrán. Sin duda poder interactuar con gente local y que te enseñen ellos mismos su ciudad es la mejor manera de conocer un sitio y eso en Irán resulta increíblemente fácil.
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Teherán no es la ciudad más bonita del mundo precisamente, es una mega urbe de 11 millones de habitantes que durante la semana con los trabajadores que vienen de las afueras puede concentrar hasta 17 millones de personas. El tráfico es espantoso, no se respetan los carriles, ni las señales, las motos van a toda pastilla por las aceras y lo más importante, el peatón nunca tiene preferencia, con lo que cruzar calles anchas se convierte en una auténtica hazaña. No solo tiene una altísima tasa de accidentes sino que además es una de las ciudades más contaminadas del planeta, no ya por la cantidad de coches sino porque la mayoría son muy viejos y mal mantenidos y mientras la parte norte florece entre hoteles de lujo, parques y modernos condominios para ricos, el centro es una maraña de bloques grises y algo destartalados donde vive la gente más humilde.
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Y no es que sea una ciudad antigua, hasta els. XVIII era poco más que una aldea y no fue hasta 1920 durante el reinado de Reza Shah cuando se empezó a modernizar y expandir. En el sur es donde se encuentra lo que podríamos llamar el centro histórico con la mayoría de lugares turísticos como el gran bazar, el Palacio Golestán y los museos más importantes como el de las Joyas, el Museo Nacional y el Museo Islámico. Los hoteles de nivel medio y alto se encuentran en el norte en la zona nueva, pero tener que cruzar toda la ciudad en taxi cada vez que se quiere visitar algo es una perdida de tiempo, yo me alojé en el Hotel Ferdowsi, el único de categoría media que hay en la zona (es un 4 estrellas pero más como un 3 estrellas) y fue perfecto para poder visitar la mayoría de sitios a pie.
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El bazar de Tehrán es uno de los lugares más emblemáticos y donde la mayoría de teheranies compra su comida, ropa, muebles, joyas, alfombras y cualquier cosa que puedan necesitar, pero además también hay mezquitas, hoteles, bancos e incluso una iglesia, es una ciudad dentro de la ciudad.
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A este hombre sus amigos lo llamaban Vicente del Bosque,  según decían es igualito a él aunque yo no lo tengo tan claro... Aquí aparece orgulloso enseñando el número de títulos que ha conseguido a la cabeza de la roja.
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Antiguamente los comerciantes del bazar tenían mucho peso en la ciudad y eran figuras respetadas y con mucho poder, capaces incluso de derrocar al gobierno local si no actuaba desacuerdo a sus intereses, ahora sin embargo los negocios se han desplazado a la zona norte con las multinacionales y los centros comerciales de lujo.
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Una de las cosas curiosas de Irán es que no tiene una verdadera industria turística, no hay restaurantes para turistas, ni te encuentras los típicos souvenirs, por supuesto puedes comprar alfombras, especias, joyas o artesanía pero sobretodo es un lugar para la gente local. El de Teherán es uno de los bazares más grandes del mundo, con multiples entradas y con algunos pasillos de hasta 10 km de largo. Lo más recomendable es deambular por sus laberínticos corredores y dejarse perder, siempre hay algo sorprendente. Algunas zonas son muy antiguas con enormes bóvedas de ladrillo, otras tienen bonitos techos de coloridos diseños geométricos, mientras que las más apartadas son oscuras galerías polvorientas con techos de chapa oxidada. Paseando por allí te encuentras de todo, un pasillo dedicados a los chador junto a otro en el que venden lencería, un puesto de frutas, ahora una mezquita, una zona de juguetes, una de frutos secos, alguien que se te acerca a saludar por aquí, otro que te ofrece alfombras por allá, carritos de arriba para abajo cargando bultos enormes, pero en general es un ambiente bastante tranquilo y una de las cosas que más me sorprendieron fue que al acercárseme algún vendedor, con decirle que no me interesaba comprar me dejaba tranquilo y simplemente me deseaba un buen día.
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Otro lugar que suele atraer a los turistas es la antigua embajada de Estados Unidos, actualmente conocida como US Den of espionage, desde donde la CIA orquestró el golpe de estado de1953 para reinstalar al Shah y fue escenario de los sucesos que tuvieron lugar en 1979 cuando los estudiantes revolucionarios irrumpieron en la embajada y tomaron prisioneros a 52 diplomáticos durante 444 días, los que hayáis visto la famosa película ARGO sabréis de lo que hablo. Actualmente es un cuartel de la milicia Sepah (el ejército de los guardianes de la Revolución islámica) pero no se sabe muy bien lo que pasa ahí dentro. Según me contaron podía pasear por allí pero me aconsejaron que fuera con cuidado y no llamara la atención haciendo fotos. Los pinturas antiamericanas que decoran los muros de la embajada son una de las imágenes más recurrentes de Irán en occidente, pero estar allí hace darte cuenta de que la brutalidad de la revolución islámica fue muy real y aún sigue muy presente. La verdad no es un lugar en el que se está nada a gusto y me marché al poco rato sin haber hecho apenas fotos.
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El Palacio Golestán por otra parte, es el principal reclamo turístico de la capital y su visita es imprescindible. Es el antiguo complejo real convertido hoy en museo y que conserva algunos de los edificios más antiguos de Teherán.
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Es una lástima que en las estancias más bonitas no permitan hacer fotos, pero visitando el enorme salón de recepciones, los exuberantes jardines, el trono de mármol o el impresionante salón de los espejos, uno puede hacerse una idea de hasta donde llegaba la opulencia y los excesos de los antiguos Shah que llevaron a la revolución. 
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Teherán se extiende por una planicie a los pies de las montañas Alborz y no hay nada como subir a la zona de Darband para apreciar las verdaderas dimensiones de la ciudad. Tuve la suerte de que había estado lloviendo unos días antes y la característica nube de contaminación que cubre el area metropolitana se había diluido un poco permitiéndome disfrutar de un bonito atardecer con mi amigo Mohammad mientras tomábamos un chocolate desecho desde el mirador.
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Con todo, debo admitir que Teherán me sorprendió, me la esperaba más caótica, más sucia, más anticuada, más inaccesible.  El metro es sin duda más moderno y limpio que el de Barcelona, aún no cubre toda la ciudad ni mucho menos pero funciona bien y es muy barato. El tráfico es con diferencia lo peor,  sobretodo durante las horas punta cuando la ciudad entera se colapsa, pero ciudades de la India, China o Vietnam tienen un tráfico mucho más caótico en mi opinión. Las calles están limpias, bien asfaltadas, con aceras, árboles, hay parques y plazas, el ambiente es tranquilo y más allá de lo que he comentado sobre la embajada de USA en ningún momento me sentí intimidado o inseguro, ni siquiera observado. Está claro que un extranjero atrae miradas en cualquier parte de Irán, pero en Teherán es donde se pasa más desapercibido, se puede ir tranquilamente por la calle sin llamar la atención y sin que se te acerque nadie a venderte cosas y eso se agradece.
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Para terminar os dejo con uno de los símbolos de Teherán,  la imponente Torre Azadi (la torre de la libertad) construida en 1971 y recubierta de mármol blanco,  tanto durante el día como con la iluminación nocturna es realmente impresionante.
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Pero esto fue solo el primer paso, un trámite necesario antes de empezar lo que fue la verdadera aventura persa...
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