Las terrazas de arroz de Banaue, en la provincia de Ifugao, son sin duda uno de los principales reclamos turísticos de Filipinas. Emplazadas en las montañas del norte del país, en un entorno natural salvaje y exuberante, son tanto un importante yacimiento histórico como una de las grandes maravillas del continente asiático
Los arrozales cubren una gran zona montañosa, algunas partes están abandonadas y medio derruidas, otras restauradas con estructuras modernas, se extienden a lo largo de diversos pueblos que se han visto transformados con la llegada del turismo, pero a día de hoy, 2000 años después de que se construyeran las primeras terrazas, los arrozales siguen siendo el lugar de trabajo de muchos agricultores de la zona y abastecen de arroz a gran parte del país
Los arrozales cubren una gran zona montañosa, algunas partes están abandonadas y medio derruidas, otras restauradas con estructuras modernas, se extienden a lo largo de diversos pueblos que se han visto transformados con la llegada del turismo, pero a día de hoy, 2000 años después de que se construyeran las primeras terrazas, los arrozales siguen siendo el lugar de trabajo de muchos agricultores de la zona y abastecen de arroz a gran parte del país
Después de leer la entrada sobre mi llegada a Manila quizás os quedasteis con ganas de saber si el papel que me dieron como comprobante del billete de autobús me sirvió? pues la respuesta es que no.
Dejé mi hotel en Manila, crucé media ciudad en taxi hasta Quezón City y al llegar a la estación, sobre las 10 de la noche, me dijeron que ni había reserva ni quedaban billetes para los siguientes días. Les expliqué la que había liado yendo a la estación incorrecta y estuve protestando un buen rato sobre que me habían dicho que estaba reservado y ya había pagado. El tipo de cosas que en Asia nunca suelen funcionar pero esta vez para mi sorpresa sí lo hizo. Creo que el motivo fue que movieron a alguno de los locales al pasillo del autobús para dejarme el asiento, es decir, al turista de turno que había pagado diez veces más por el mismo trayecto. Al final puede viajar aquella misma noche y aunque a ratos fui sentado en el pasillo, el viaje fue bien y 10 horas después y con las primeras luces del alba por fin llegaba a Banaue, el pequeño pueblo que sirve de base para explorar los campos de arroz.
Las terrazas de la propia Banaue son impresionantes, se puede coger un jeepney o un rickshaw que te llevan en 10 minutos hasta el mirador más alto y una vez allí volver a pie. Yo fui tanto a la ida como a la vuelta caminando, es un paseo bastante agradable que se puede hacer de sobras en una mañana. Por el camino se cruzan algunas zonas de casas y se pasa por 4 viewpoints cada uno mejor que el anterior.
Es común encontrarse con los ancianos de las tribus indígenas sentados a un lado de la carretera ataviados con sus trajes tradicionales. Había visto fotos suyas y me parecía algo muy turístico, pero al ver en persona que se trataba de gente pobre y muy mayor, uno de ellos tenía más de noventa años, y sobretodo porque en ningún momento se me acercaron a pedirme nada, decidí hacerles algunas fotos, no tanto por las imágenes como por darles algo a cambio.
Además de Banaue pueden visitarse otros arrozales de la zona, también considerados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO como Bangaan, Mayoyao, Hungduan y Nagacadan, pero las terrazas que no podéis perderos de ninguna de las maneras son las de Batad.
Nada más llegar a Banaue desde Manila, busqué un hotel, desayuné y después de contrastar algunos precios quedé con David, un chico local que había conocido en el autobús para que me llevara a Batad y me hiciera de guía.
Desde Banaue hay una hora en jeepney o rickshaw hasta Batad, pero cuando yo fui el último tramo estaba en obras así que tuve que caminar otros 20 minutos más por un camino de piedras y fue en ese instante, justo cuando nos acercábamos a los arrozales, cuando apareció una densa niebla y empezó a diluviar. ¿Qué iba a hacer? ¿volver al hotel? ¡ni hablar!
Yo no soy de contratar guías pero en este caso lo recomiendo ya que aunque hay algunos caminos marcados, otras rutas son directamente a través de los arrozales y es difícil encontrar el camino si no se conoce. Creo que en total fueron unas 5 horas de caminata, en parte ralentizados por la lluvia y por la asfixiante humedad y calor que la sucedieron, pero fue sin duda una de las mejores experiencias del viaje.
Os recomiendo que también visitéis la cascada Tappia que es bastante impresionante y en las que os podéis bañar, eso sí id con cuidado y no os acerquéis a la caída del agua porque tiene mucha fuerza, un par de meses antes de mi visita dos americanos se acercaron para hacerse una foto y murieron ahogados sin que nadie pudiera hacer nada por ayudarlos.
Os recomiendo que también visitéis la cascada Tappia que es bastante impresionante y en las que os podéis bañar, eso sí id con cuidado y no os acerquéis a la caída del agua porque tiene mucha fuerza, un par de meses antes de mi visita dos americanos se acercaron para hacerse una foto y murieron ahogados sin que nadie pudiera hacer nada por ayudarlos.
A diferencia de las terrazas con paredes de barro de Banaue, las de Batad tienen paredes de piedra y son más imponentes si cabe, ya que empiezan desde lo alto de una montaña descendiendo por las laderas bordeando un valle y formando un monumental hemiciclo escalonado. La visión de los arrozales desde lo alto es verdaderamente sobrecogedora, si bien había visto arrozales en China, Vietnam e Indonesia, ningunos me habían impresionado tanto como los de Batad.
Durante las primeras dos horas de trekking estuvo lloviendo sin parar, estaba todo un poco resbaladizo, tanto que caminando por uno de los estrechos bordes que separan las plantaciones, mi guía resbaló y se llenó de barro hasta las rodillas. En cuanto a mi, acabé empapado de arriba a abajo y con mi gorro de paja hecho un trapo, pero la experiencia de caminar bajo la lluvia atravesando la selva y los campos me hizo olvidar todo el estrés y la mala experiencia que había tenido en Manila.
El colofón fue que al llegar a uno de los puntos más altos de Batad, con una perfecta vista panorámica de todos los arrozales, de pronto la niebla se disolvió, la lluvia cesó y empezó a brillar el sol bañando de luz todo el valle. Allí nos quedamos un buen rato, sentados en el borde de una de las terrazas, observando en silencio el impresionante anfiteatro que se abría a nuestros pies mientras el sol nos calentaba y secaba nuestras ropas.
El colofón fue que al llegar a uno de los puntos más altos de Batad, con una perfecta vista panorámica de todos los arrozales, de pronto la niebla se disolvió, la lluvia cesó y empezó a brillar el sol bañando de luz todo el valle. Allí nos quedamos un buen rato, sentados en el borde de una de las terrazas, observando en silencio el impresionante anfiteatro que se abría a nuestros pies mientras el sol nos calentaba y secaba nuestras ropas.
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